lunes, 4 de agosto de 2014

La invitación - Juan García Ponce


Desconcierto. Angustia. Desolación. Signos en rotación, signos que son sinos, que evocan. Hay hombres y hay obras: también hay hombres que encarnan su obra. Franz Kafka es, antes que un hombre de principios de siglo nacido en Praga, una obra literaria que lleva por marca de nacimiento las palabras iniciales. La fragilidad con que se nos aparece –su rostro discreto, su mirada negra, profunda, sus modales comedidos– es inversamente proporcional a la fuerza de su trabajo. Uno a uno, sus cuentos y novelas marcaron y definieron a generaciones enteras de escritores. Brindaron estructura a géneros literarios. No cabrían en apenas unas líneas todo lo que la literatura le debe a este hombre.
            Sin embargo no es de él de quien me siento a escribir, sino de uno de esos escritores a los que no entenderíamos del todo sin reconocer su influencia: Juan García Ponce. La invitación, novela del escritor yucateco publicada en 1972 es un viaje que atraviesa las páginas que van de La metamorfosis a El proceso. Novela llena de angustia, desconcierto y desolación. R. el personaje principal llega a nosotros con la misma fragilidad con que se nos aparece Gregorio Samsa; es un personaje enfermo, inseguro, marginado, que intenta, por todos los medios, sobreponerse a su situación. Su enfermedad es en sí misma un misterio, no tenemos más información que una serie de altas temperaturas que lo han llevado a un encierro de meses. Las primeras líneas son el punto de partida rumbo a lo incierto. Ya, a la orilla de su enfermedad, R. decide salir a descansar en el parque que observa diligentemente desde su ventana. Ahí, sobre una banca a la sombra de un árbol, R. se encuentra con Mateo Arturo, un antiguo compañero de la universidad. El encuentro es casual, lleno de frases mínimas. Después de hablar un poco sobre prácticamente cualquier cosa, Mateo Arturo invita a cenar a R. a su casa, la misma que visitaban cuando eran estudiantes. Aquí comienza el descenso de R., descenso que, al igual que el de K., atravesará varias etapas. R. esclavo de la contingencia, es una persona a la que todo le sucede, nada es consecuencia, todo es acto puro. El acepta su circunstancia con resignación. Es un espíritu abnegado a la sombra de su madre, no como el de Griselda a los pies de su marido, pero esa abnegación determina su conducta. También teme a su padre, como Franz. La invitación de Mateo desencadena una serie de encuentros y desencuentros, de enigmáticas posibilidades. El deseo y la obsesión entran en un juego donde no se conocen las reglas ni los oponentes.
            Juan García Ponce es una contradicción plena. Su obra oscila entre el instinto y el intelecto, entre lo dionisiaco y lo apolíneo: es ambivalente. Perteneciente a la generación del “medio siglo”, al lado de escritores como Sergio Pitol, Salvador Elizondo, José de la Colina, Inés Arredondo, contribuyó notoriamente a la renovación de las letras mexicanas. Amante del arte, hizo de él y de la relación que éste tiene con la vida su leitmotiv.
            García Ponce alguna vez dijo: “el intelecto se aboca a lo instintivo para iluminarlo y darle sentido”. Es de comprenderse entonces el por qué siendo un notorio crítico y un ensayista de pensamiento propio, sea en sus novelas y cuentos donde mejor se resuelven  sus temas. Y así como en Kafka los temas se resuelven, paradójicamente, en la incertidumbre, en García Ponce se resuelven en el erotismo. En este caso –en La invitación, quiero decir– el erotismo es un fin en sí mismo y la fantasía, la poética de lo fantástico, es el medio para ese descubrimiento.
            R, encuentra en Beatrice su guía hacia lo erótico. Ella es el altar de las pasiones y el templo de las obsesiones. Y así como Mateo fue el batir de alas de la mariposa que lo condujo a Beatrice, ella a su vez lo conducirá a las puertas de su proceso. Esta historia transcurre en la Ciudad de México apenas unos días antes de la matanza en Tlatelolco. Esta circunstancia social no define las páginas de la novela, pero si las enmarca.

            Escrita en una prosa elegante, pero sin caer en los pomposos culteranismos, La invitación es una novela bien construida, llena de interrogantes, de guiños, emprestitos diría Alfonso Reyes; una novela que no se conforma con narrar una historia dada, sino que construye  una realidad y participa de ella, y eso es algo que siempre se habrá de valorar.

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