jueves, 5 de junio de 2014

Tres formas de enredarse con el malo del cuento

 La villanía seduce, el cinismo, asombra. Los malos del cuento siempre son mucho más atractivos que los príncipes azules. Sus trajes son tridimensionales, sus conductas, impredecibles. Su rebeldía invita: reta. “Si van a despreciarte porque eres lo peor, de una vez que se enteren que no tienes remedio” dice Xavier Velasco. Personajes como Nicolás Lobato en La vida conyugal de Sergio Pitol, Isaías Balboa en Puedo explicarlo todo de Velasco y Aristóteles Brumell-Villaseñor en La muerte de un instalador de Álvaro Enrigue, nos atrapan enseguida. Su larga lista de estafas, abusos y fraudes hechos al despecho de la totalidad impunidad nos dejan boquiabiertos. Su capacidad para hacer de las peores tropelías simples travesuras resulta inaudita.
            La narrativa negra de la que se valen estos autores para hacer de estos personajes literarios personas vivas con nombres y apellidos es un medio no sólo eficaz, sino preciso: agudo. Sergio Pitol encarna en Nicolás Lobato al funcionario tipo de nuestra política: un sujeto des-almado que opera en total impunidad desde las sombras. Un hombre que no sólo participa y contribuye de la corrupción para beneficiarse económicamente, sino que se nutre de ella, vive –literalmente– de ella. No es el dinero lo que busca, no es el poder lo que codicia, es la adrenalina que produce el saberse del otro lado de la línea: intocable.
            Isaías Balboa es más mundano, escritor inventado de novelas de superación personal, lo que lo mueve es la potencia de sentirse admirado, envidiado, celosamente vigilado. Que todos espumeen de rabia al verlo pasar y digan entre dientes: como te odio, grandísimo cabrón hijo de puta. Su signo es el del predador: caza por placer, porque en el fondo él es un animal carroñero. No hay nada que disfrute más que atrapar a su víctima con los calzones en los tobillos. Enredarlos en un sistema de fabulación de autoestimas a base de frases hechas, para tan sólo un momento después, escupirle en la cara y babearle el cuello con su fétido aliento.
            En este sentido Aristóteles Brumell-Villaseñor tiene un poco de estas dos joyas de la corona, pero su leitmotiv no es otro que el placer de pasar por encima de la gente a toda costa. De hacer de la humanidad no su tapete: su servidumbre. Disfruta de la maquinación. Consideraría de mal gusto mandar golpear o matar a su juguete, no, Aristóteles jamás haría algo como eso; él construye tramas, edifica laberintos, genera máscaras: hace de todo un escenario. Si codicia a tú mujer no es tan vulgar como para ofrecerle un millón de dólares y acostarse con ella, filmarla y subirla a youtube para echártelo en cara, no, Aristóteles Brumell-Villaseñor contrata mujeres para que se hagan sus amigas, le consigue trabajo, uno inventado a su medida para que destaque, la hace subir de posición para que te mire desde arriba, la hace abandonarte echándote en cara lo terriblemente mediocre que eres, para después hacer de ella una puta profesional y citarte en su oficina justo en el momento en que la sodomiza. Ese es el mundo en el que vive y en el que viven todos los que lo rodean.

            Recién terminé de leer La muerte de un instalador y me quedé callado en un rincón de la habitación recordando y riéndome malsanamente de todos estos personajes que han hecho de algunas de mis lecturas mis placeres más secretos. Rechazo en automático todo tipo de literatura maniqueísta y bidimensional, pero esta novela del maestro Enrigue me atrapó desde la primer página. Es una novela breve, apenas alcanza las 145 páginas, que son suficientes para contarnos la historia de un lobo que tiene entre sus fauces a un pequeño conejito y de la preparación del banquete. Amante del Slow Food se relame los dientes y te invita a la mesa. Su relación con las otras novelas mencionadas es circunstancial, casi inexistente. Son sus personajes los que me resultaron sumamente familiares aunque no lo son, lo único que comparten, es que todos viven en la misma ciudad ¿será que la Ciudad de México saca al canalla que todos llevamos dentro? No les digo más, si no conocen alguna de estas tres historias, de estas tres formas de presentarnos al infame barbaján capaz de cualquier cosa, adelante, disfrute usted de esta trama de maquinaciones al mero estilo del absurdo negro y no se sienta mal si se descubre con una sonrisa en medio de la escena más sórdida, al final todos somos humanos, quizá demasiado humanos.

1 comentario:

xiaoiida dijo...

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