sábado, 3 de septiembre de 2011

Hay golpes en la vida... tan fuertes, yo no sé

Las calles de nuestro país, que antiguamente le pertenecían a los ciudadanos, se han convertido una extensión más del largo brazo de la política del terror en la que hemos vivido los últimos cinco años. El paisaje habitual ha cedido su lugar colorido y desgarrado al verde mate de nuestra realidad. Es “normal” ver al ejercito en la calle realizando rondines policiacos con toda impunidad. Las esferas del crimen organizado son otro aspecto del cuadro inamovible de nuestros días. El ejercito por un lado y el crimen organizado por el otro (en cualquiera de sus manifestaciones, que van desde los meros narcomenudistas, ordeñadores de combustibles, secuestradores, tratantes de blancas, políticos, presidencte de la república, etc.) han sometido a la sociedad entera a un encierro por demás impredecible en alcances y distancias.
No hace mucho Alejandro Encinas confesó que mientras formó parte del paro del 2006, mantuvo una línea de diálogo abierta con el gobierno saliente: el Presidente Vicente Fox y su entonces secretario Ramón Abascal, quién en una de esas charlas le comentó que el Presidente electo Felipe Calderón le había pedido-ordenado que usara el ejército para reprimir el plantón. Hoy todo se niega, por un lado Abascal ya murió como para afirmar o negar las palabras de Encinas, por el otro, el mismo Alejandro está en plena contienda por el gobierno del Distrito Federal, mismo cargo que ya ocupó de manera interina y en el otro extremo, tenemos a Calderón que indignado por tales acusaciones no ha salido a emitir un comunicado oficial, aunque no hace falta: El Ejército está en las calles, es todo lo que necesitamos saber. Todo esto no son más que politiquerías naturales: muéstrame un político que no vele por los intereses de unos cuantos y te mostraré la Zarza Ardiente.
El estado de militarización en que vivimos es alarmante. La palabra “guerra” no existía en el vocabulario usual del mexicano -limitado por lo demás-, más que en los libros de Historia y en el cine dominical de los gringos. Hoy todos sabemos/nadie sabe que estamos bajo un estado de guerra abierta, que los caudales de sangre que corren en las cunetas, otrora ríos, hoy avenidas principales de cualquier lado, es tan innegable como injustificado. Los diarios amarillos, rojos, azules o verdes han hecho su agosto con las innumerables muertes que hay a diario: a río revuelto, ganancia de pescadores. El Ejército ha venido a formar parte de nuestra vida cotidiana, al igual que la muerte y el miedo.
Esto no tiene nada nuevo, nos resulta cercano, familiar, nos hemos acostumbrado. Hoy nada nos dice la frase de panfleto: 2 de octubre no se olvida. Claro es que si bien la fecha como tal no se olvida, el evento no nos dice nada. La memoria es flaca y por demás bulímica. Esos registros no existen en el inconsciente colectivo. Hoy son más parte de la historia oral de un pueblo, que de la historia oficial de una nación: mito, leyenda trágica, sino inexpugnable. El levantamiento armado del 94 es un accesorio del poder para legitimar su supuesto compromiso democrático de libre expresión. No juzgo la validez del movimiento, que por lo demás me parece que vio luz con fuerza propia y proclamas legitimas que con el tiempo se han convertido en discursos trasnochados que persiguen intereses personales: buscar la igualdad mediante el reconocimiento de las diferencias es también otra forma de decir que todos somos iguales: pero hay unos más iguales que otros.
Hoy el ejército se ha convertido en la criada de la presidencia de la república. Levanta sus trastos rotos, limpia los muebles empolvados y lava los calzones balaceados en casa de todos. Retenes y retenes que operan en la total impunidad discriminando y separando a los pobres de los ricos. Se resguardan detrás de las faldas de La Ley de Armas de Fuego y Explosivos, igual que niños detrás de sus madres. Rompen el florero y nadie dice nada. La constitución con la que se llenan la boca en defensoría hoy es más un objeto de culto digno de exhibirse en el Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec; ningún lugar hubiera servido más para tenerlo: Un Falso monumento que cuenta una Falsa historia para defender los Falsos derechos de un pueblo Falseado.
Roban, violan, asesinan a la luz pública con la consigna de que su papá es el dueño del florero. El artículo el artículo 16 de la Constitución vigente que, a la letra, dice: Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive la causa legal de procedimiento; sirve de broma ocasional, chiste local que cuentan en las comilonas de San Lázaro. La llamada guerra contra el Narco no es más que un juego de poder digno de adolescentes que tratar de suplir sus complejos fálicos mediante imposiciones físicas.
¿Cómo soportar mientras tenemos hambre? ¿Cómo no indignarse mientras nos escupen en la cara? Es fácil, sigan sentados viendo los noticieros de López Doriga, sigan el twitter de Ciro Gómez Leiva, admiren el sentido de la moda de Dennise Merker, por decir algunos. Sigan comiendo de la mano de la gente que les dice que el Ejército y la Policía son aliados de Bruce Willis y que de un momento a otro todo se va a resolver, el trauma nacional de ver niños muertos se olvidará antes que los nombres que los distinguían. Sigan creyendo que esto no les pasa a ustedes y que el gobierno no les miente. Que la gente calcinada en la guardería o el casino son casos aislados. Sigan caminando por la senda de la certidumbre que les brinda la tan afectiva y cálida ignorancia. Ese es un modo de soportar lo que está sucediendo: No denunciando los abusos de las autoridades. Sigan marchando vestidos de blanco, ya ven que buenos resultados ha dado. Sigan gritando consignas y llenándose la boca de discursos panfleteros y vacíos; sigan cantando consignas que nada tienen que ver con nosotros. Sigan portando playeras y eslóganes de gente muerta. Ya ven que eso ayuda. En suma, sigan diciéndole al gobierno que puede hacer lo que quiera, al fin: marchas, proclamas y discursos, son sólo una muestra más de que perro que ladra no muerde.

1 comentario:

Silvia Teresa dijo...

Bueno que voy a decir yo que la violencia la he visto cercana, el efecto de la barbarie en la que estamos inmersos causa la parálisis,
ahora no podemos ni viajar a gusto de este pueblo al más cercano de Zacatecas, lo que antes se hacía como si nada. Pero nos queda la palabra, como diría Blas Otero