lunes, 20 de junio de 2011

Jorge Luis Borges: 25 años sin su presencia





Un lugar aparte merece entre la Historia de la Literatura Universal Jorge Luis Borges. Aquel hombre bucólico, frágil, de carácter retraído que al paso del tiempo –su ausencia no atenúa la distancia– cobra más y mayor fuerza en su andar difuso y accidentado sobre el camino nebulosos de los días. Su proceder, casi artesanal, sobre las páginas del lenguaje sigue resultando para muchos un misterio más atractivo, que la resolución del misterio en sí. Todo lo que había en Borges era literario y por ende, estético; el vivir literariamente lo transfiguro en un hombrecillo ciego y tímido hasta el anonadamiento capaz de convertir en realidad todas sus experiencias literarias, como cualquier otro de sus personajes. Es muy probable que Borges sea precisamente uno de esos personajes que construyo el autor único de toda obra. Si una gota de agua contiene todo el mar, si una oración posé todo lenguaje, un autor es a su vez, todos los autores. Este juicio puede ser testigo de la universalidad de su obra, de su capacidad de asombrar a todo el mundo.





Se llama Jorge Luis Borges y vivió en Argentina incluso cuando vivió en Europa. Su primero libro de poesía titulado Fervor de Buenos Aires es la gran muestra de la intimidad y el apego que tenía por su tierra, por sus calles, incluso las desconocidas, las que apenas podía imaginar desde la fría ciudad de Ginebra: Las calles de Buenos Aires/ya son mi entraña./No las ávidas calles,/incómodas de turba y de ajetreo,/sino las calles desganadas del barrio,/casi invisibles de habituales,/enternecidas de penumbra y de ocaso/y aquellas de más afuera/ajenas de árboles piadosos/donde austeras casitas apenas se aventuran,/ abrumadas por inmortales distancias,/a perderse en la honda visión/del cielo y la llanura. Pero hay también otro Borges, uno que vive en un mundo único y que es inmortal, que sueña y crea mientras es creado en un sueño soñado. Un Borges que se deleita en la tranquilidad del estudio y la contemplación; que orbita la estrella de algún planeta errante que ilumina, con luz propia, los pergaminos de la historia universal de la infamia. Un Borges nostálgico que acepta valerosamente su sino de ser consumido lentamente por el recuerdo de otro Borges que se ha convertido en una figura casi legendaria perpetrada en la importancia de una sombra en el atardecer.






De Borges podríamos decir lo mismo que él dijo sobre Valery, que “en un siglo que adora los caóticos ídolos de la sangre, de la tierra y de la pasión, prefirió siempre los lucidos placeres del pensamiento y las secretas aventuras del orden”. Pero la ignorancia y la malicia se han encargado de deformarlo al punto de la burla. Su delicado sentido del humor y sus travesuras intelectuales a más de dos a dado escozor y por ello la conveniente relación de judíos y palestinos que trazaron con su obra.






Dedicado lector y amante devoto de los misterios del mundo vistos mediante los ojos de la filosofía alemana y convertidos en figuras literarias por sus bondadosas formas de construir realidades menos atafagas. Valoró siempre por sobre el contenido sustancial de las corrientes filosóficas, religiosas y políticas, todas sus capacidades estéticas, todo su potencial culturalizante y sensible.






Son ya 25 años de su adiós definitivo (14/06/86) y si bien su muerte todavía nos llena de nostalgia, la vida rozagante de su obra no enternece aún más que la distancia de su presencia. Borges vive en la totalidad de su obra, desde el barroquismo primigenio hasta en la exuberante elegancia de su estilo. Su imaginario a la vez complejo e íntimo, nos envuelven y acercan a él igual que su voz pausada, baja y distraída. El onirismo de sus fábulas sobrecoge. Tlon…, la patria idílica donde tal vez radicaba aquel Borges que escribe que sueña que escribe, nació de un profundo coma, mismo en el que nos sitúa al ponernos entre dos espejos. Las Ruinas circulares donde un hombre crea en sueños a otro, sólo para descubrir que es soñado por un tercero, separa y unifica al lector/autor/personaje; o como en El Inmortal, donde Borges es a su vez Flaminio Rufo, ex tribuno militar en las legiones de la Roma Imperial, guerrero en Stamford en el 1066 con los ejércitos de Harold o un escriba en Bulak en el sigloVII de la héjira o un ajedrecista en Samarcanda. Borges es y no es, esta y no esta y esto tal vez se deba, cómo el mismo lo confesó en La Esfera de Pascal, a que la historia universal no es más que la historia de unas cuantas metáforas y con ellas el hombre inmortal a podido crear al hombre mortal que sueña con una biblioteca exagonal que contenga todas las obras del mundo y con ello, quizá un poco de tranquilidad en el eterno ocaso del Aleph.

2 comentarios:

Silvia Teresa dijo...

Ya sabía que tu te acordarías de él, yo he dejado pasar muchas fechas significativas, muchos premiados, pero sabía que tú tirarías unas líneas sobre Borges. ¡Bien!

Jonatan Frías dijo...

Gracias querida Silvia, la verdad es que son tantas las cosas que uno tiene, así "tiene" que hacer, que luego no da tiempo de nada. Y ya vez, vine a poner lo de Borges una semana después, pero bueno, así es la cosa. Yo sigo esperando en tu blog algo sobre Leonora, yo quería hacerlo, pero esta vez te toca a tí. Un abrazo y un beso afectuoso.