lunes, 30 de agosto de 2010

autonecrofília



Bajo la voraz proclividad que nos define dentro de las propias reglas gramaticales con las que construimos las ideas que nos explican, decaemos en un mar de origen y cenizas lamentables y no menos inhóspitas. ¿Por qué ahora –me pregunto– llega esta necesidad de simplificación, de gramáticas parcas y de floreros sin nombre? Ya saben, como cuando dan las 4:49am y tú llevas la noche en vela porque las presiones fiduciarias con las que has decorado tu famélica visión de lo que se es -en un sentido ordinario, sin diatribas conceptuales ni adjetivos de aparador-, te determinan. Te levantas de la cama –donde no has fingido otra cosa que tranquilidad para no inmutar la ausencia de quién te hace falta– y lo único que justifica tu desvelo son las ganas de escribir, las ganas de mascarar tu naufragio inapetente, el sórdido velo de monóxido de carbono que disfraza tu cara de cliché y tu sonrisa de catálogo de Home Deppot.

Ya saben, de noche y sin escribir, viendo series de personas que son escritores que han dejado de escribir, y reconocerse en ese espejo nada grato y pararte como fingiendo que no pasa nada y ya saben las preguntas oficiales How many roads must the man walk down, before you call him a man y todas esas. Extrañarte y sentirte a medias, terminar de escribir esa novela que no bien acabas de empezar, pensar en ella en términos establecidos y plazos previamente fijados. El cigarro ocasional que aclara los pensamientos y acompaña las guitarras, porque no puedes dejar de escuchar música… y ya saben Dylan en Blood on Tracks no nos deja mentir, nos arranca la sonrisa y te descubres cantando quitado de la pena If you see her say hello, she might be in Tanger, she left me last early spring, is in living there i hear, say for me them i’m all right y no dejas de pensar en ella.

Dejas las palabras y las buenas intenciones en el cajón de tu mesita de noche y piensas en la edad y en que ya debes de pensar en el colesterol y todo lo que no fuiste, por descuido o por soberbia, se te agolpa en la garganta y no te deja hacer nada. Un día estás bien, miras a tu alrededor y estás casado y tu hijo no tiene dientes y sabes perfectamente que es la última vez que veras esa sonrisa hermosa, que los días conducirán tus pasos a la escuela y tratarás de ser un mejor padre del que fueron contigo y qué carajo, seguro lo lograras, pero en ese momento en que su sonrisa estalla y tú no sabes que el mundo no ha parado de girar, es irrepetible. Después no queda nada, vives con el recuerdo, que es lo único que te queda, navegando de la indiferencia a la apatía y de regreso.

Ya paso una hora y como no quieres seguir pensando en eso, cambiaste el disco y ahora estás escuchando a Radiohead que siempre te hace sentir bien, en el proceso tomaste y abandonaste un par de libros, las oraciones no logran alejar de ti esa imagen indescifrable: Habría que bailar ese danzón que tocan en el cabaret de abajo, dejar mi cuarto encerrado y bajar a bailar entre borrachos. Uno es un tonto en una cama acostado, sin mujer, aburrido, pensando, solo pensando. No tengo “hambre de amor”, pero no quiero pasar todas las noches embrocado mirándome los brazos, o, apagada la luz, trazando líneas con la luz del cigarro, y tantas otras sin efecto –ahora. Pero la música te distrae y la serie de televisión que estabas viendo, la del escritor que no escribe y pensabas tontamente que eres tú, ya hace rato que terminó y sin sentido te acercaste a la computadora a escribir todo lo que no sientes y no piensas, puesto que no eres tú el que escribe, sino la idea que has construido de ti. Te alejas de todos y recuerdas que lo que querías decir, aquello que sentías en la carne, como una necesidad atafaga y dolorosa, alguien ya lo había dicho mucho antes que tú: El cáncer del tiempo nos está devorando. Nuestros héroes se han matado o están matándose. Así que el héroe no es el Tiempo, sino la Intemporalidad. Debemos marcar el paso, en filas cerradas, hacia la prisión de la muerte. No hay escapatoria. El Tiempo no va a cambiar.

3 comentarios:

Keith Peligro dijo...

Pues mi lectura no resultó muy favorecedora, al igual que mi vista, pero unas por otras: tu ortografía también terminó siendo algo deficiente.
En fin, creo que el tiempo nos lleva, y cada día, cada paso, todo representa un cambio irreversible. Nada permanece.

Jonatan Frías dijo...

Gracias por la revisión Keith, el texto, si bien lo subí después, lo escribí hace unos días en plena madrugada, no es disculpa, ya sabes como funciona esto. Todo sea por llenar de letras este espacio.

Silvia Teresa dijo...

Ay Jonatan, mira que me llenas de intranquilidad pues estoy enviciada de reglas sintácticas por mi labor diaria de dictadora de estilo y, aunque en mi otro mundo me gustan las reglas, porque su existencia también llama a un rompimiento profundo, a un alargamiento de sus nociones y a juegos crípticos, últimamente he andado un tanto vacía; ahora parece que, además de pintora, igualmente seré escritora en receso. Y luego el insomnio, tantas horas y no hacer nada. Tengo cinco años con insomnio severo, así que te comprendo, a veces dormito 10 minutos entre dos o más horas y así, pero hoy quisiera tener sueñito del bueno porque he andado mal de salud y entre fiebres y vómitos sólo me quedan los delirios mareados y unas ganas de hacer algo con las líneas y las palabras, pero ¡qué se le va a hacer!, seguiré teniendo esos exaltados trances durante unas noches más que me hacen desgastarme en cosas como la del otro día en que mi cerebro, entre el sudor frío y el temblor, se la pasó luchando porque tenía que ayudarme a redactar una nota sobre mis síntomas sin repetir ni una palabra y no hallaba la manera de expresar una dolencia ni con el español de América (si es que existe eso) ni con el de España (si es que existe eso también), ni con la gramática de Andrés Bello, ni consultando a Lope Blanch ni a Moreno de Alba, porque el dolor sólo dolía; claro que he tenido peores experiencias, una vez creí ser una varilla de las que usaba en el taller de escultura y estaba ahí para ser doblada y cortada en diferentes secciones y en otra ocasión era unos tubos de óleo que sentían el rigor de ser aplastados brutalmente por un pintor frustrado. Bueno te dejo, que ya llegó mi jefa y pronto tendré más trabajo. Saludos