sábado, 19 de junio de 2010

Saramago y Monsivais

Una jornada dolorosa sin duda. El día de ayer nos despertamos con la dolorosa noticia de la muerte de José Saramago (18-06-10), tras sufrir un par de años de leucemia. Mi relación con la obra del escritor portugués fue muy accidentada, todo comenzó con la lectura temprana de una de sus novelas más celebres, El evangelio de Jesucristo, obra que en su momento no supe apreciar y que me llevó a alejarme durante mucho tiempo de él. No fue sino varios años después, que hojeando una antología de cuento portugués que no recuerdo como llegó a mis manos, que me encontré con un cuento que hizo renacer en mí el deseo de buscar algo sobre él. Afortunadamente, puedo decir hoy, en ese momento llegaron a mis manos dos libros de los cuales hoy tengo en mayor estima, El hombre duplicado y La Caverna, textos que hicieron que apreciara de una buena vez y para siempre a este gigantesco escritor. La verdad es que no tengo ganas de escribir una larga letanía sobre lo que perdemos y sobre la personalidad que fue, su postura política y sus galardones, sólo sentí que tenía la obligación de decir algo.


Y mientras transcurría todo esto, llega la noticia de la muerte de Carlos Monsivais, una de las figuras más reconocidas en México, intelectual indispensable y de carácter siempre polémico, Monsivais gozaba de un prestigio y de un gran respeto aun entre sus más grandes detractores. Periodista, ensayista, amante de los animales y sobre todo, cronista de el proceder del mexicano en sus más hondas texturas. Entre sus obras más destacadas están Escenas de pudor y Liviandad, Sin límite de tiempo con límite de espacio y El 68 la tradición de la resistencia. También multigalardonado, dentro y fuera del país, el mundo pierde un gran crítico y defensor de las ideas, poseedor de una imaginación de proporciones desconocidas.




Descansen en paz José Saramago (16/11/22 - 18/6/10) y Carlos Monsivais (4/5/38 - 19/6/10)

1 comentario:

Silvia Teresa dijo...

Pues yo también he sentido la misma necesidad aunque cuesta poco expresar algo que te sale así de natural sin que se corra el riesgo de que se crea que es una convención, sin embargo eran necesarias unas cuantas palabras y tú me reafirmas que está bien decir lo que se tiene que decir.