jueves, 29 de enero de 2009

Melancolías instantaneas

Después de unos días bastante agitados, de ir de arriba para abajo, de un lado para el otro y de andar escuchando lo que no debía, por fin me he podido quedar en mi casa por un par de días sin que suceda mayor cosa. Han sido buenos días, reposo, lectura, un par de películas cursis, en fin, me senté a verme engordar un poco. Y entre que me chingaba una chela y me rascaba la panza, que me doy cuenta de que ya se fue el mes de enero. ¡Puta madre...! ya se fue enero. No se ustedes, pero los que ya pasamos de los 27 años, los que ya a todo le ven cara de 30, donde todo el mundo supone indispensable para dirigirse a nosotros anteponer el pinche apelativo de "señor", "señor por aquí...", "señor por allá...", "señor esto...", "señor lo otro...", nos cae como una inspección en la próstata cada que nos lo dicen. Puta madre ya voy a cumplir treinta años. La cuestión es que me siento más viejo, y luego me vienen estos ataques de demencia senil en donde siento que no he hecho lo suficiente, que estoy desperdiciando mi vida y todas esas madres de curso de superación personal. Y luego me da por evaluar los días andados, por retroceder sobre los pasos y participar nuevamente de los accidentes de la vida, y todas esas mamadas que nos da por pensar cuando nos sentimos viejos.

Por supuesto que cuando digo estas palabras (o cuando las escribo si así lo prefieren), lo hago con la seguridad y la certeza de que "realmente estoy diciendo algo", como si esto verdaderamente significara algo o fuera medianamente importante. Es cierto que llegados los treinta, da la impresión de que los años son de 10 meses, los meses de 20 días, los días de 18 horas, etc., lo que promueve que todo nos sepa o al menos nos de la velada impresión de que todo es más inmediato, no como en la juventud donde todo es tan lejano, siempre es un plan para un día cuando tengamos 30 años. No podemos entrar a un pinche bar "hasta que tengamos 18", no hagas esto hasta... y en fin, una serie de pendejadas que te prohíben porque no tienes la edad. Las consecuencias de eso es que pasamos tanto tiempo pensando en lo que haremos cuando tengamos la edad suficiente para hacer las cosas que queremos, que dejamos de hacer lo que tenemos que hacer. Luego llegamos a los 30 y vemos que la mitad de las cosas que nos interesaban no son ni la mitad de interesantes de lo que suponíamos. A los 30 todo pasa a más tardar en un rango de 15 días. En esta quincena pagas el agua o la luz, o (puta madre) te casas, o tienes un hijo, todo pasa ahora y no te dan ni chanza de prepararte para el madrazo.

Y no vayamos a dejarnos seducir por la crónica barata de la jodida película esta de "Efectos Secundarios", donde desfilan ante nosotros una pinche bola de idiotas frustrados y fracasados que lo único que hacen es alimentar los clichés de un treintón cualquiera. Ni madres, yo estoy cerca a esa edad y no ando haciendo las pendejadas que hacen esos weyes. Nada de eso, simplemente se trata de entender que a los 30 no nos queda de otra que ser conscientes, pero conscientes en serio y no esos conscientes que dicen: si me das la prueba de amor... si te cumplo. Ni madres conscientes en serio, conscientes de que la vida esta pasando, que los días si tienen caducidad, que las cosas que hacemos tienen consecuencias cada vez más inmediatas y las cosas que no hacemos igual. No decidir, es también muy a su manera una decisión. El pinche chiste de toda esta cascada de estupideces es que me caga estar de pinche holgazán en mi casa, porque me da por pensar estas pendejadas y sentirme de verdad ruco, viejo, rupestre pues, y después ando arrastrando la cobija unos días hasta que llegan mis amigos y me invitan unas chelas. Pues esta vez seré yo quien vaya a buscarlos para ponernos una peda en virtud de que todos nosotros somos una pinche bola de rucos pasados de moda. Pásenla chido pinches amargados.

No hay comentarios: